Estamos en una época algo complicada, por lo que me gustaría realizar un pequeño análisis en un día tan importante como es la investidura de Donald Trump como 47º presidente de Estados Unidos (como si no hubiésemos tenido suficiente con que fuera el 45º) y sus implicaciones.
El vector principal de la evolución de la humanidad ha sido siempre la tecnología. Y muchos diréis... ¡Pero si antes no existían los ordenadores y el Internet! Y menos mal que no lo hacían, porque si ya está siendo complicado vivir con ellos a principios del año 2000, no puedo ni imaginarme cuál hubiera sido su impacto en las sociedades de hace miles de años. Pero bueno, la discusión de esa distopía no es el tema principal de hoy.
Cuando hablamos de tecnología nos referimos desde la invención del fuego hasta las últimas técnicas de litografías que nos permiten hacer chips cada vez más pequeños, pasando por el uso de la penicilina o algo tan simple como un lápiz. Según la RAE, la tecnología es el conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. De este modo, podemos decir que primero se encuentra el conocimiento científico y luego, cuando hacemos uso de ese conocimiento, aparece la tecnología.
El conocimiento en sí no es bueno ni malo. Y es que descubrir que el frote de dos palos puede generar fuego o que la materia está compuesta por átomos no te hacen sino más sabio, no mejor o peor persona. Es cuando haces uso de este conocimiento, cuando hacemos su "aprovechamiento práctico", puedes cocinar o quemar un bosque, generar energía o destruir una ciudad... Dicho de otro modo, puedes actuar bien o mal.
Y lo mismo pasa con Internet, los dispositivos móviles y las redes sociales. Se tratan de tecnologías muy útiles para aprender, comunicarse, escribir un blog como este, etc. Pero también sirve para desinformar, manipular y controlar. Pero es que cada vez vamos a más y ahora hasta sirven para delegar nuestro pensamiento y creatividad.
Aquí es donde quiero reflexionar. ¿Por qué Trump se ha reunido de los magnates de las grandes empresas tecnológicas? ¿Cómo pudo pasar de ser vetado por Twitter a abrir la puerta de la casa Blanca a Elon Musk? Vivimos en un mundo rápido con una guerra continua alimentada por la metralla de la desinformación y cuya nueva moneda de cambio son los datos.
Hoy un término que me hizo gracia cuando lo escuché por primera vez, pero que define muy bien la situación actual: Tecnofeudalismo. Mientras que en la Edad Media el vasallaje se basaba en labrar el campo y cuidar del ganado, ahora el gran señor se ha convertido en directivos de grandes empresas y políticos interesados. Nunca antes fue tan etéreo y la vez pesado el yugo que descansa sobre nuestra espalda (o bolsillo). El mundo cambia y con él la forma de esclavitud.
No pretendo ser alarmar ni ser profeta de un mundo que reniega de la tecnología (menos aún siendo ingeniero electrónico como soy), pero sí que busco sembrar la semilla de la duda y con ello alumbrar las mentes de quien me lea. Busco concienciar del buen uso de la tecnología y del pensamiento crítico. Si tras leer esta entrada te cuestionas la nueva normalidad que vivimos, el tiempo que he dedicado está justificado.
Y para terminar, como no podía ser de otro modo, acabo con un micropoema:
vivo y navego sin rumbo
mientras muero mudo
varado en mi realidad.