Nacimos niños pícaros, e inocentes,
niños de ropas sucias y almas limpias.
Nacimos niños del barrio la alegría,
huérfanos de tristeza con serpientes.
Fuimos niños viejos intermitentes,
niños de piel nocturna, de ambrosía.
Fuimos niños llenos de energía
que jugaron juntos intensamente.
Mas como todo juego, hayase el fin,
perdimos incluso cuando ganamos
cual cuento sin final, sin su perdíz.
Murieron los dos niños, a tu lado,
cuando desperté, sin querer lo ví,
de pronto, el lunes había llegado.
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